Baelo Claudia


Baelo Claudia: una alborada entre ruinas a orilla del mar.

Este importante enclave comercial y político, retornado a la vida tras el resurgimiento de sus vestigios y reliquias en el corazón de la costa gaditana, encuentra sus orígenes en la segunda mitad del s. II antes de nuestra era. Su importancia está fuertemente ligada a la actividad comercial y las continuas transacciones que en aquella época constituían, en general, la base de la economía de todo el Mediterráneo. El continuo intercambio con la zona del norte de África, hizo de la actual ciudad costera de Tánger un verdadero enlace entre las dos orillas.

La armonía que descansa en la belleza de este conjunto arquitectónico y urbanístico se ve reflejada en la pervivencia de su trazado a la manera clásica romana así como en el excelente estado de conservación de los edificios más representativos, presentes en cualquier urbe de estas características, tales como el foro, basílica, templos, teatro, mercado, termas, etc., incluidos en el bello paraje del litoral de Tarifa (Cádiz) que ahora no es más que un sutil recuerdo de lo que en su día debió ser: una urbe espléndida cargada de vida, bullicio y tradiciones antiguas que se han desvanecido con el paso de los siglos. Baelo Claudia renace de sus cenizas en este nuevo y revolucionario ambiente de investigación arqueológica que se respira en el sitio arqueológico, a cuyo frente estuvo el hispanista francés, Pierre París, principal responsable de que buena parte de esta metrópoli pudiese ver de nuevo la luz del día allá por el año 1917.Las principales aportaciones que nos permiten desvelar los grandes secretos sepultados y ocultos por tantos siglos nos vienen dadas por los autores clásicos de la época, instaurándose en tradición el legado de transcripciones y manuscritos que evocan el modo de vida de la urbe. En este sentido, son fundamentales la contribución del geógrafo Estrabón, los relatos de Antonino y las mismas fuentes epigráficas halladas en fragmentos de piedra sepultados. Esta se hallaba protegida por una muralla o pomerium, que era del todo infranqueable. Era además respetada por el carácter sagrado, espiritual y jurídico que representaba, concepciones que se materializan y se convierten en algo tangible en las arcaicas urbes de la Roma clásica.


A partir de 1997 fue decretado un itinerario para la mejor asimilación y entendimiento de este enclave, que se ha logrado conservar en mayor o menor medida, tratando de ajustarse lo mejor posible a la idea primigenia de lo que fue la urbe antes de su calamitosa caída. Pero ha sido precisamente gracias a su destierro a lo largo de los siglos al oscuro olvido de su cárcel subterránea, como se ha conseguido resucitar al menos en parte.

Dicho circuito queda estructurado en tres bloques bien diferenciados: los monumentales edificios destinados al uso y disfrute público, las zonas de comerciantes y las viviendas --punto álgido donde se entremezcla la sociedad que convive en la ciudad-- y, por último, las necrópolis, donde más claramente se pueden observar las diferencias de clase y jerarquía siempre presentes en todas las sociedades que han poblado el orbe desde nuestros más remotos linajes.

El ingreso tiene su antesala a través de la Puerta Este, y llevará nuestros pasos al lugar donde se encuentra enclavado el Foro, construcción fundamental presente en cualquier urbe romana que se precie, por la gran cantidad de aplicaciones a las que se prestaba; por este motivo siempre se le reserva un lugar preferente incluso antes de la edificación de la ciudad, siendo éste de una gran belleza al estar situado en un punto estratégico desde donde es posible divisar el azul intenso del Atlántico cuando el ciudadano accedía hasta él a través de la desaparecida gradería.


Restos arqueológicos de la primitiva ciudad
Hay que destacar la simbología presente en su disposición arquitectónica, con un significado claramente determinado y religioso alusivo al Olimpo y el etéreo mundo de los dioses, a veces compasivos, a veces tremendamente crueles y vengativos, por lo que se les rinde pleitesía elevándolos en las edificaciones como alegoría de la suprema deidad sobre el humilde mortal. Esta concepción urbana junto con el Templo, la Basílica y la Curia responden, asimismo, al patente pensamiento vitruviano y su teoría matemática aplicada a la arquitectura, donde cada elemento arquitectónico posee un sentido único para investirse de un significado completo en la suma total de los miembros del conjunto.

Dos inscripciones marcan el lugar donde se encontraba sin duda uno de los integrantes más sugerentes, el denominado Templo de Isis, de inspiración egipcia debido al influjo de los ritos mistéricos y rituales que proliferan en esta época, donde la entrada queda reservada exclusivamente a unos pocos iniciados que veneran a la diosa entre las diosas, considerada como el Principio Femenino Universal.
Imponentes surgen los restos durante la visita de lo que fue en su día el Capitolio, proyectado como tres templos dedicados a tres de los dioses del Olimpo, Juno, Minerva, y el dios sin duda más temerario y temido, Júpiter, a quien fue consagrado el central, cuyos honores de personificación en la tierra recaían sobre la figura del emperador. En la parte más occidental y aprovechando los accidentes del terreno, encontraremos uno de los edificios más relevantes para la plebe, ya que es encarnación y figura de ocio, método que solían emplear las autoridades para ganarse el favor y la simpatía del pueblo, con representaciones de diversa condición y naturaleza, y con forma semicircular dispuesta en graderíos para facilitar la visión del espectáculo, por lo que constituirán un precedente para el desarrollo de este tipo de levantamientos hasta evolucionar y alcanzar un aspecto similar a los que se emplean en la actualidad.


El paseo continuo a través de las Termas, lugar diario de reunión de la sociedad, donde, además de dedicarse para el culto al cuerpo tan presente en el mundo clásico, servía así mismo de espacio para tertulias donde se departía sobre asuntos y opiniones de estado; el Mercado, construido sobre los cimientos de antiguas residencias, donde se realizaba actividades comerciales mediante trueques y transacciones, estaba compuesto por unas tiendecillas individuales con mostrador que se disponían en torno a un patio. Aquí podemos apreciar que son así mismo herencia y precedente de los actuales, según sus características.

Esta primera travesía a través de la que habría de ser la parte más bulliciosa de la vida pública de Baelo, culmina en la Basílica, fundada con dignidad judicial para llevar a cabo cometidos con carácter civil y mercantil.
Junto a la vida y el comercio aparece el tema de la muerte, indisolublemente unida a la condición humana desde los cimientos del cosmos; por este motivo, el viaje del visitante discurre entre las dos necrópolis, dispuestas en las afueras de la ciudad, tanto por motivos de higiene como por preceptos de carácter religioso de las viejas leyes romanas.
Merece la pena sin duda acercarse a esta mítica metrópoli, donde la exaltación de lo humano y lo divino está presente en cada uno de sus rincones, sus reliquias y cenizas.

Reportaje "Baelo Claudia: una alborada entre ruinas a orillas del mar". Autora: Carmen Checa. Publicado en el nº 30 de la revista El legado andalusí. Una nueva sociedad mediterránea. Edita Fundación El legado andalusí.

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